lunes, 11 de abril de 2016

Tetuán sede de redenciones (siglos XVI y XVII)





                       Tetuán sede de redenciones (siglos XVI y XVII)  


        Pr. Abd al-Aziz Assaoud 



 

  Tetuán reconstruida a finales del siglo XV, había experimentado un crecimiento inusitado, producto de las oleadas de emigración acaecida en 1499-1500, de los andaluces procedentes de Ronda, Baza y Motril, junto a los de otras alquerías, que entonces se establecieron en ella.[1] Su refundación por los granadinos encabezados por el alcaide Ali al-Mandri, como bastión contra la cristiandad, por tierra, en unión con Ali ben Rashid, señor de Xauen, frente a los intentos expansivos de lusitanos, establecidos en Ceuta, Alcazarseguir, Tanger y Arcila, y de los españoles en el Mediterráneo. Las crónicas lusas de la época relativas a estas plazas están repletas de alusiones a Tetuán y a su mencionado alcaide fundador, así como al papel que desempeña la ciudad en periodos posteriores.
  En los siglos XVI y XVII se contempla una intensificación creciente de una ofensiva marítima, llamada en las fuentes marroquíes “al-Jihad al-Bahri”, es decir, la guerra santa marítima, contra las costas meridionales andaluzas. El historiador Guillermo Gozalbes, anota que el nombre de Tetuán en los escritos coetáneos casi se diluye, en estos dos siglos, dentro de un concepto amplio, el de Berbería, y cuando se afina un poco más se habla del reino de Fez. Pero ni una ni otro merecen para los cronistas ibéricos una atención histórica.[2] El repaso a las crónicas lusitanas es, sin duda, indispensable para situar a Tetuán en el contexto de los acontecimientos de los siglos XV, XVI y XVII. Cronológicamente más interesantes para la historia de Tetuán son los documentos que se encuentran en el Archivo Nacional de la Torre do Tombo de Lisboa. Publicados en su mayoría en “Les sources inédites de l’histoire du Maroc”. También, las dedicadas a los archivos y bibliotecas de España, publicadas en Madrid-Paris, en 1921, dan a conocer valiosos documentos para la historia de Tetuán.
   Por otra parte, el variado mundo del cautiverio y de las redenciones ha proporcionado una rica documentación sobre la historia de nuestra ciudad. Esta era un importante mercado de esclavos cristianos, lo que proporciono varias memorias o libros de esos cautivos o manuscritos de escribanos, que acompañaban a los religiosos redentores. En el siglo XVII este tipo de manuscritos era relativamente abundante. El interés de las noticias que aportan es variable: fechas, nombres y circunstancias, inéditos y no contenidos en fuentes marroquíes. Su procedencia, actualmente, es la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico Nacional en Madrid.
  Según la observación que había hecho León el Africano, quien visito Tetuán personalmente, en tiempos de su restaurador, el número de cautivos cristianos contaba con miles. Pero ciertamente, hay allí una exageración. Aquellos permanecían encerrados en las famosas mazmorras construidas por el mismo alcaide. Durante el gobierno que emprendió Site al-Hurra en Tetuán, la villa conto con un apoyo eficaz del sultán Ahmed al-Wattasi, su segundo marido, después de al-Mandri. Así la vemos negociando la redención de los cautivos cristianos con el gobernador de Ceuta Alfonso de Noronha. Su principal preocupación fue la lucha contra los cristianos, a saber, aquellos que han expulsado los musulmanes de sus tierras en la Península, y a cuyo efecto tenía en la rada de Martin barcos, siempre prestos a correr en corso las costas meridionales peninsulares, y mantenía buenas relaciones con los corsarios turcos de Argel.[3] También, Tetuán vio durante esta época, fortificarse sus murallas (1536), proveerse de todo lo que era menester, como piezas de artillería y buques entre grandes y pequeños, que servían para ejercer el corso desde la rada de su rio. En el asalto contra Gibraltar efectuado en el año 1540 por la flota corsaria de Argel, participaron 5 bergantines de Tetuán, obteniendo inmenso botín y numerosos cautivos.[4]  
  A principio del siglo XVII, ceñida por buenas murallas con un castillo que la dominaba, Tetuán, contaba 800 casas y se jactaba de tener en jaque toda la cristiandad. Entonces comenzaba el retroceso de los portugueses, que van a verse echados poco a poco de sus posesiones en la costa marroquí. La villa con sus bravos marineros, ayudaron sobre todo, dificultando las comunicaciones por mar. Estos jamás fueron dirigidos en sus empresas por el gobierno central. La marina tetuaní contaba entonces 15 o 20 bergantines y fragatas de 8 a 12 remos, de los cuales 5 o 6 patrullaban cada mes a la entrada del Estrecho. Aunque estos no eran muy considerables, ni sus propietarios podían soñar con hacer el gran recorrido, la posición del puerto, a la entrada del Estrecho, a algunos pasos de la costa española, les permitía sorprender al improviso los pequeños bastimentos, y sorprender también, por la noche, los pueblos del sur de España, para asolarlos.[5]
   No obstante, la posesión de plazas como Oran, Bugía, Melilla, o la intermitente del Peñón de Vélez, por parte de España, así como Ceuta, por parte portuguesa, garantizaba que aquellos puertos no se convirtiesen en nuevas bases corsarias contra las costas hispanas; igualmente suponía importantes refugios para las embarcaciones cristianas en ruta por aquellas aguas. Por lo tanto, el mantenimiento de las plazas supuso un problema logístico a lo largo de los siglos XVI y XVII, acarreando notables inversiones, tanto en fortificaciones como en abastecimiento, tarea en la que se vio comprometida la escuadra de las Galeras de España, única armada permanente para la defensa de las costas españolas.[6] Pese a aquello, los presidios también, experimentaron un acusado desarrollo de intereses comerciales a su alrededor, tanto el comercio pacifico con los musulmanes, como el no pacifico procedente de los rescates de cautivos cristianos, o de las cabalgadas lanzadas desde los presidios, particularmente Ceuta.[7]          
   La práctica del corso respecto a los navíos tripulados por los cristianos, y el ataque a las poblaciones costeras, suponía un doble botín. Cabe destacar también, que junto a las capturas materiales se producían otros no de menos interés para los corsarios, pero con más interés para los mercaderes: los cautivos. La existencia de un mercado de esclavos en la plaza muley Ibrahim, denominada “al-guersa al-kebira” después, ocasiono el enriquecimiento de la ciudad, donde empieza a destacar una oligarquía de grandes propietarios. Y donde todas las castas sociales, giraban alrededor de este negocio. La acumulación de capital se monto en unas circunstancias en las que el corso era el que lo provocaba.[8] Las resonancias de su mercado de esclavos se agigantan como decía Gozalbes, y se amplía en la mente de los españoles del norte de Tarifa, con el temor de los asaltos o del choque marítimo.
   El gran numero de cautivos cristianos y sus aflictivas condiciones de vida, a las que tuvieron de ser sometidos, excito temprano la piedad de los religiosos españoles. Estos fundaron para su rescate las misiones redentoras.  Las órdenes redentoras de Trinitarios y Mercedarios se desplazaban según las circunstancias, hasta allá, con el fin de proceder la redención de cautivos. No obstante, no era raro, encontrar algún que otro clérigo, también reducido a la cautividad. Como el caso del sacerdote franciscano Fernando de Contreras, que no por su calidad de cautivo, sino por haber permanecido, voluntariamente, durante años al lado de ellos.   El primer documento según Gozalbes Busto, del que podemos extraer datos de interés sobre la redención de cautivos, remonta al año 1523, ascendiendo el total a la suma de 1.185.000 maravedís, más los gastos de la redención.[9] En este documento hay solamente 17 propietarios de esclavos, entre los que se reparten la gran cantidad de dinero, que es el coste de cautivos redimidos. Hasta llegar a su poder, el cautivo como botín debe pasar por las manos del arráez de la fusta corsaria. Los compradores son mayoristas o bien intermediarios que, a su vez los revendían, bien en el mercado de Tetuán o trasladados a Argel, o viceversa. Los religiosos redentores, en general, encontraban dificultades en fijar los precios de rescate de cautivos, sobre todo, cuando los amos del negocio, o los mayoristas, son la oligarquía dominante.     En la primera mitad del siglo XVI, eran Mawlay Ibrahim, cuñado del al-Mandri, cabeza nominal de Tetuán, el alcaide Bu Ali, el elche Ali Fernández Martin, el jeque del puerto de Targha, los notables como Mofadal y miembros de sus respectivas familias. El segundo documento, se trata de una redención de cautivos del año 1548. Una manda testamentaria del marqués de Villena, destina para el pago de rescates la suma de un millón y medio de maravedís. Escribe una carta al P. Fernando Contreras rogándole se haga cargo de la redención, y este último se excusa aludiendo fuertes razones, por lo que no podía permanecer en Tetuán para verificar el rescate.[10] Insistimos en que en la primera mitad de este siglo, el mencionado clérigo realiza su primera redención en Fez, pero a su regreso y pasando por Tetuán, se convenció que era aquí donde tenía que centrar su actividad.
   En el mismo documento, aparece la presencia de judíos de Tetuán, que ejercen la actividad de compra-venta de esclavos, como Isaac ben Firme, jeque de la comunidad hebrea,  un tal Cananeo, y más tarde otro, Pimienta, aprovechando lo que pueden el negocio del corso y de los rescates.
   En esta redención el alcaide Hassen sucesor de al-Mandri, permite que los redentores liberen a quienes ellos deseen, pero no siempre va a ser así. Más tarde veremos la exigencia mostrada por otros alcaides de que sus esclavos fuesen los primeros que se rescatasen.
   El  historiador Gozalbes Busto, investigador experto en el terma, examino dos manuscritos del archivo catedralicio ceutí, que son dos seguros en portugués, uno “Hamete Acem, alcayde de Tetuán” y el otro, “Ci Mamete Acem alquaide de esta villa de Tetuán”. Fechado en julio de 1566, y ciertamente son la misma persona. El primer manuscrito recoge las condiciones generales de todo seguro, dado por las autoridades marroquíes para tranquilizar a los religiosos redentores, y animarlos para acudir a redimir los cautivos cristianos. No obstante, la cuestión de rescate que emprendieron los religiosos en Tetuán, no obedecía, tanto más, a determinadas reglas o costumbres conocidas, sino a la vinculación con el género de cautivos, y el rango social de cada uno de ellos. También, al grado de sumisión a sus propietarios, quienes se apropiaron de ellos en el mercado de esclavos, o se adquirieron a través del cautiverio mediante el corso, financiado por algunos mercaderes, o por las razias contra las ciudades ocupadas en el trapecio norte de Marruecos.
   En la segunda mitad del siglo XVI, la redención de 1579 es bastante peculiar, dado que, se realiza después de la batalla de Wad al-Majazén  en agosto 1578. En la contienda fueron apresados muchos cristianos entre portugueses, españoles y otras nacionalidades. Lo que suponía un gran número de esclavos, y una afluencia de dinero y mercancías, como pago de redenciones. De los 65 propietarios de esclavos, 8 son de Fez y 1 de Alcazarquevir, lo que indica la prioridad de Tetuán como mercado y foco principal de las redenciones.[11]
   En 1588, comienza la era de los almocadenes an-Naqsis en Tetuán. Estos representan el paso de un periodo donde dominaban los descendientes granadinos, a otro de cierta mezcla étnica, sin perder por ello la fuerte tradición andalusí. El cronista ceutí Correa de Franca, cita en su libro el desastre sufrido por los ceutíes el 9 de diciembre de 1588, donde fueron apresados 203 cautivos. El gobernador de Ceuta mando un capitán a Tetuán para tratar del rescate. Y las autoridades pidieron 160.000 onzas, una fabulosa suma para liberar aquellos cautivos.       
   De  la entrada al siglo XVII, podríamos contemplar como pórtico, esos frecuentes contactos que habían empeñado las órdenes religiosas de trinitarios y mercedarios, para redimir cautivos en los “reinos de Fez, Marruecos y Tetuán”, como solían decir los escribanos de dichas redenciones. Estos en sus manuscritos que redactaron, reflejaron datos económicos y de otro tipo. Tanto escribanos como frailes redentores son testigos siempre, no solo de la vida cotidiana del país que visitan, sino a veces, de acontecimientos que presencian. Los primeros manuscritos de redención en siglo XVII, corresponden a los años 1607, con anterioridad a los decretos de expulsión de los moriscos, se informa en las cuentas que el alcaide Ahmed an-Naqsis escribe al Capitán General de Ceuta que si no son rescatados sus esclavos paraliza la redención, y no deja salir de la ciudad ningún cautivo español.[12] En los siguientes documentos, después de decretar la expulsión, los nombres de los amos se van renovando, y que figuran en el negocio del corso, como un tal Cárdenas y otro Tagarino. En los sucesivos años 1617 y 1618 hubo operaciones intermedias, verificadas por el religioso mercedario Padre Ortiz. En 1625 se realizan dos redenciones del mismo año, una hecha por los trinitarios en Tetuán, la otra por los mercedarios en Tánger, otra plaza fuerte del Estrecho en manos de la corona española. Pero es raro encontrar redenciones en Tánger, por varias razones. Tampoco los Padres redentores se internan en el país, sino que permanecen en su posada tangerina, donde reciben a los comisionados tetuaníes.    
   A mediado del siglo XVII, llegan a Tetuán los misioneros franciscanos, cuya misión permanente se difundió en las diversas ciudades de Marruecos. El Padre de San Agustín establece en Tetuán hacia el año 1672 un hospicio que tenía por objeto suavizar las desgracias de los cautivos. Los misioneros desembarcaban en Tánger viniendo desde Tarifa, o lo hacían en Gibraltar para Ceuta, base principal de operaciones en los rescates que se hacían en el mercado de Tetuán. La brevedad de trayecto disminuía los riegos, porque los redentores corrían también el peligro de ser ellos mismos reducidos al cautiverio, se fuesen prendidos en el mar por algún corsario. Los trayectos terrestres variaban substancialmente de los que se realizaban para ir a Tetuán. Una frase del Padre Dan, permite creer que ésta ciudad era el punto de partida de muchos redentores que se dirigían desde ahí a las otras ciudades de Marruecos. El religioso decía: “Allí toman de buena gana su camino por la redención de cautivos los religiosos de nuestra orden de España y de Portugal; o sea por aquello de que entre todos los Barbaros, éstos de esta ciudad son los más humanos, y tratan con más confianza y fe, o más bien, porque la comodidad es más grande y la travesía más libre”.[13]
   En todos los manuscritos se considera a Tetuán como reino. La ciudad gozaba de práctica independencia en amplios periodos de los siglos XVI y XVII, debido a la debilidad del poder central y a las luchas internas para hacerse con él. Pero nunca tuvo independencia permanentemente, y cuando se estabilizaba el poder, desaparecía la autoridad de que gozaba.  
   Las riquezas generadas por el corso, fueron la principal fuente de ingresos que motivaron la aparición de una elite poderosa, formada por las principales familias de la ciudad, que cuyos nombres aparecen en los testimonios de redención de cautivos hechos en Tetuán. Todos eran armadores de fustas y participes de las ganancias que generaban las capturas efectuadas. Esas grandes riquezas solo las acumulaban quienes tenían el poder político o sus allegados, formándose así una pseudo-burguesía enriquecida con el corso.
   El biógrafo Gabriel de Aranda, refiriéndose a las actividades del P. Contreras, alude al negocio que debió constituir una actividad normal de los judíos de Tetuán, que lo hacen con harto daño de los cautivos.[14] Sobre todo, cuando los cautivos eran trasladados al mercado de Argel, cosa frecuente pero que agrava los trámites, costos y tiempo de una redención.[15]
   Los cautivos permanecían, como hemos visto, en las mazmorras de la ciudad, hasta la llegada de los redentores con el dinero o mercancías. Los religiosos convierten en moneda del país las mercancías que traen, venden unos cajones de bonetes de Toledo, muy apreciados en Marruecos. Los mercaderes judíos eran los que mayormente admitían el pago de rescate en mercancías.
   Las grandes cantidades de dinero que llevaban los religiosos redentores para rescatar a los cautivos, constituyeron, prácticamente, un presupuesto extraordinario, destinado anualmente para redimir cautivos. La cuestión llego a tan alto costo que se discutió en los círculos oficiales, si convenía mas dejar de rescatar a los cautivos y dedicar el dinero y los esfuerzos a escuadras que protegieran las costas españolas. Idea que conto siempre con la oposición de las órdenes religiosas.                                     





[1] A. Bustani y C. Quiros, Fragmento de la época sobre noticias de los reyes nazaritas o Capitulación de Granada, y Emigración de los andaluces a Marruecos, Larache, 1940, p.56.
[2] Guillermo Gozalbes Busto, Tetuán, Granada y la frontera del Estrecho (siglos XV a XVII), Fundación el Monte, Granada, 2000, p.149.
[3] Mohammad ibn Azzuz Hakim, Sitta al-Hurra princesa de Chafchauen, Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuan, junio 1977, n°55, p.110.
[4] Luis del Marmol Carvajal, Descripcion general de Africa, libro II, cap. 40, folio 271.
[5] Paul Masson, Histoire des établissements et du commerce français dans l’Afrique barbaresque (1560-1793), Paris, 1930, p.206.  
[6] Juan Francisco Pardo Molero, Marruecos en la expansión hispano-portuguesa en el Norte de África, UIMP, Comunidad Valenciana, 2001, p.64.
[7] C. Gozalbes  Cravioto, Andalucía y el contrabando de armas con Marruecos en el siglo XVI, Archivo Hispalense, 1980, p.192.
[8] Guillermo Gozalbes Busto, Op. Cit., p.96.
[9] Archivo Historico Nacional, Osuna Leg.422-9.
[10] Guillermo Gozalbes Busto, Op. Cit., p.196.
[11] Ibidem, p.203.
[12] Biblioteca Nacional, Manuscrito 2791, folio 48.
[13] R. P. Dan, Histoire de la Barbarie et de ses corsaires, Paris, 1649, p.262.
[14] P. Gabriel de Aranda, Vida del V.P. Fernando de Contreras, Sevilla, 1692, p.600.
[15] Gozalbes Busto, Op. Cit., p.289.